Soledad entró al baño del segundo piso como todos los días. Firmó una planilla pegada a la puerta a las 19:35 como siempre, como todas las demás soledades que se acumulaban en la lista de este mes ya tocando a su fin.
Bueno primero la parte de adelante, recargar los jabones y el papel para secarse las manos, lavar un poco el piso, los espejos, listo.
Ahora la parte de atrás. Limpiar los mingitorios, ponerles más pastillas de naftalina. Los inodoros, cada tanto algún…puaj. Pero no era para tanto, los días siguen pasando como filas interminables de inodoros y baños de todos los pisos, que eran el mismo baño. Extendiéndose en secciones que podemos ver, pero se extiende desde hace años por todo el mundo, siendo todos los baños una gran línea infinita segmentada, que nos acompaña a lo largo de nuestra humana existencia.
Pero hoy sobresalió un punto, un inodoro, el único inodoro último de la fila en el segundo piso del edificio x. En la pared fácil de borrar, pues escrita con lápiz, había una frase. A soledad le molestaban el tipo de obscenidades que escribían los hombres en los baños, y su primera sensación fue de alivio. Ya que aun antes de leer había visto que el material era lápiz lo cual facilitaría su borrado. A Soledad la asqueaban las obscenidades ya sean literarias o plásticas, que los hombres plasmaban en las paredes. Las hacían sentir no solo incomoda, levemente acosada. Su primera impresión fue de alivio al reconocer el lápiz. Ya preparándose a borrarlo, se sorprendió al leer:
“Soledad sos hermosa”
Así solo y simple en lápiz, completamente efímero e intimo. Lo dejó ahí no pudo borrarlo, cuando se fue, pensaba tantas cosas. Quién será ese que sabe mi nombre y le parezco hermosa y que me lo escribe en la pared del baño, porque como sabe que lavo ese baño sabe que lo voy a leer... En su interior se desarrollaba una terrible lucha entre la indignación y cierto romanticismo rebuscado. Un romanticismo en desuso y empolvado, sucio como pocas cosas en la vida de Sole, como la frase que también era una mancha. De a momentos se asqueaba imaginando a un viejo gordo que fumaba habanos y transpiraba, mientras cagaba la mierda más olorosa y sacándose un lápiz de la oreja escribía.
“Soledad sos hermosa”
Reía gorgoteante.
También se imagino a un Príncipe azul que no defecaba, se arrodillaba en el piso del baño impecable que Soledad lograba de lunes a viernes todos los días. Escribía esa frase y suspiraba pensando en su amada, ella Soledad. Eso si le gustaba, lo aprovecho, le lleno los pulmones de suspiros. Se la paso dos días más sin lavar la escritura, siempre mirando a todos los empleados de la compañía. Buscando ansiosa al príncipe y temiendo al desagradable. Pero a fin de cuentas ella seguía y seguía recorriendo su peregrinación interminable, kilómetros y kilómetros de baños recorridos, para llegar a dónde y el príncipe que no aparece. Pero por lo menos tenía una posta un punto de apoyo entre la repetición y la secuencia de cerámica inacabable.
Un día más que fluye y la lleva al segundo piso ha llegado. Entra, firma una planilla pegada a la puerta a las 19:35. Las Soledades de la planilla le sonreían fervorosas. Pero primero la parte de adelante, recargar los jabones y el papel para secarse las manos, lavar un poco el piso, los espejos, listo. Ahora sí, casi.
Vamos con la parte de atrás. Limpiar los mingitorios, ponerles más pastillas de naftalina. Lavar el piso y las tablas de los inodoros… El último inodoro del segmento del segundo piso, también llamados eldel fondo y baño del segundo piso. La puerta casi que se abre en cámara lenta, solo para mostrar una pared fría blanca sin rastro de la inscripción, a cambio un sorete gigante, blando y putrefacto le sonríe flotando en el inodoro. El alma se le quiebra en pedacitos, miles de miles de pedacitos caen dentro de ella, un desorden, un desastre. Una lagrima, a lavar esa mierda… Puaj!
Antes de salir llega a la puerta y ve furiosa.
“Marta Mancino, domingo 19:35” y un garabato horrible que representa el máximo objeto de su odio. Mientras el garabato le sonríe burlón y pinchaglobos desde la planilla, como debería haberse dado cuenta. Pero no, soy tan desordenada… o no soy una pelotuda como me voy a hacer historia por una frasecita en el baño… ¡Venganza! Sí, perseguir a la perra esa que se desplaza por la misma recta infinita y destrozarla. Ahora le escribo algo a ella para que se haga ilusiones y después se lo borro, para que vea, por conchuda. Pero después se va a ir calmando, sigue recorriendo segmentos de la línea infinita de baños. Se va ir calmando cuando se de cuenta de que no es para tanto y que no tiene ganas de hacer maldades. Pero por un momento el recorrido se agita, la marea fluye más fuerte, los empleados, los baños, los pasillos. Todo se llena, se llena y justo cuando esta por desbordarse.
F
L
U
S
H
Todo esta limpio, aquí no paso nada que vengan los próximos soretes que ya tenemos el baño listo.
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